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REVISTA PERSPECTIVAS
VOLUMEN 7, N˚1 / ENERO - JUNIO 2025 / e - ISSN: 2661
de controladores mediante técnicas como el
lugar geométrico de las raíces y el análisis de
Bode [3].
Sin embargo, la función de transferencia
tiene algunas limitaciones inherentes.
Particularmente, asume que el sistema es
lineal, invariante en el tiempo y no está sujeto
a perturbaciones externas o internas. Estas
suposiciones se cumplen rara vez en aplicaciones
prácticas, lo que nos lleva a una discrepancia
entre el modelo teórico y el comportamiento
real del sistema [4].
Las perturbaciones son señales no deseadas que
afectan principalmente el comportamiento de
un sistema dinámico. Es posible clasificarlas
en dos categorías principales: perturbaciones
determinísticas y perturbaciones estocásticas.
Donde las perturbaciones determinísticas
son señales predecibles que son posibles de
modelarse matemáticamente, algunos ejemplos
comunes incluyen señales escalón, rampa y
sinusoidal. Estas perturbaciones suelen estar
asociadas a cambios abruptos en las condiciones
de operación, como variaciones en la carga de
un motor o fluctuaciones en la temperatura de
un proceso industrial [5].
Las perturbaciones estocásticas son señales
aleatorias que no son posibles de predecir con
certeza, por ejemplo, el ruido blanco, ruido
térmico y las vibraciones aleatorias. Estas
perturbaciones son particularmente desafiantes
debido a que requieren técnicas avanzadas de
modelado y control, como el filtrado de Kalman
o el control robusto [6].
Las perturbaciones pueden afectar al sistema de
diversas maneras. En primer lugar, es posible
que puedan alterar la función de transferencia
efectiva de nuestro sistema, lo que lleva a un
comportamiento impredecible. En segundo
lugar, pueden excitar modos no modelados del
sistema, lo que puede resultar en inestabilidad
o en la degradación del desempeño [7]. Por
último, las perturbaciones pueden introducir
errores en la medición de la salida del sistema,
lo que nos complica el diseño de las estrategias
del control basadas en la retroalimentación [8].
Una de las propiedades críticas en el diseño de
los sistemas de control es la robustez. Donde
hacemos referencia a la capacidad de un sistema
para mantener su desempeño ante la presencia
de diversas incertidumbres y perturbaciones.
Dentro del contexto de la función de
transferencia, la robustez se evalúa mediante
las siguientes métricas como es el margen de
ganancia y el margen de fase, los cuales indican
cuánto puede variar el sistema antes de volverse
inestable [9].
El margen de ganancia es el factor por el cual se
puede multiplicar la ganancia del sistema antes
de que este llegue a ser inestable. Un margen
de ganancia alto indica que el sistema puede
tolerar grandes variaciones en la ganancia sin
perder estabilidad. Mientras que el margen de
fase es el ángulo de fase adicional que se puede
agregar al sistema antes de que este se vuelva
inestable.
Un margen de fase alto nos indica que el sistema
puede tolerar retardos o desfases sin perder
estabilidad. Además de que ya tenemos estas
métricas clásicas, se han desarrollado técnicas
avanzadas para evaluar la robustez, como el
análisis de valores singulares y la síntesis H
∞
.
Estas técnicas nos permiten realizar el diseño
de controladores que garanticen un desempeño
aceptable incluso en presencia de perturbaciones
e incertidumbres [10].
Cuando los sistemas están sujetos a
perturbaciones, su función de transferencia
efectiva puede verse alterada de manera
significativa. Por ejemplo, las perturbaciones
aditivas en la entrada de los sistemas modifican
la relación entrada-salida, lo que nos da como
resultado una función de transferencia aparente
G´ (s) diferente del nominal G (s). Este cambio
puede llevar a ciertos errores en la predicción
del comportamiento del sistema y, en algunos
casos extremos, a la inestabilidad del sistema
[11].